dilluns, 19 d’octubre del 2009

Necesidades correspondidas.

¿No habéis tenido nunca la necesidad de tocar algo que aparentemente es de lo más habitual en tu vida? Estar por ejemplo en un tren, y tener que rozar con la yema del dedo el borde de la ventana; reseguir con los ojos cerrados el cuello de una botella; comer un par de cuadrados de una tableta de chocolate sin tragar directamente, pasar el sabor por cada rincón de tu boca; estar en la playa y tumbarte, coger puñados de arena y soltarla lentamente, y a su vez notar que el viento ahí es distinto, es mucho más húmedo; o simplemente acariciar una piel, sentir cada poro, y ver como la otra persona se estremece con solo un roce. Quizás deberíamos darle más importancia a esas cosas, quizás ya lo hemos echo alguna vez instintivamente y ni siquiera nos hemos parado a de verdad apreciarlo. Esto me recuerda a Amélie.

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